Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Crítica | Mientras dure la guerra
Vencer no es convencer
Crítica ★★★★☆ de «Mientras dure la guerra», de Alejandro Amenábar.
España, 2019. Título original: Mientras dure la guerra. Director: Alejandro Amenábar. Guion: Alejandro Amenábar, Alejandro Hernández. Productores: Alejandro Amenábar, Fernando Bovaira, Domingo Corral, Hugo Sigman. Productoras: Mod Producciones / Movistar+ / Himenóptero / K&S Films. Distribuida por Buena Vista InternationaL. Fotografía: Alex Catalán. Música: Alejandro Amenábar. Montaje: Carolina Martínez Urbina. Reparto: Karra Elejalde, Eduard Fernández, Santi Prego, Nathalie Poza, Luis Bermejo, Tito Valverde, Patricia López Arnaiz, Inma Cuevas, Carlos Serrano-Clark, Luis Zahera, Mireia Rey, Luis Callejo.
Los decepcionantes resultados artísticos y comerciales obtenidos con del muy ambicioso drama histórico Ágora (2009), aun con todo el esfuerzo de producción que tuvo detrás para traer el Antiguo Egipto a la gran pantalla, y, sobre todo, de la cinta de suspense Regresión (2015), si bien no tan mala como la pintaron, sí carente de la personalidad de su director, rompieron ese espejismo de que Alejandro Amenábar fuese poco menos que el nuevo Rey Midas del cine español, ese que convertía en oro todo proyecto que tocaba. Comenzar una carrera con dos títulos tan impactantes como Tesis (1996) y Abre los ojos (1997) es un logro al alcance de pocos directores noveles pero contar con una protagonista de la talla de Nicole Kidman, a sus órdenes en la sensacional Los otros (2001), y ganar el Oscar a mejor película de habla no inglesa con la conmovedora Mar Adentro (2004) son méritos que, a la hora de la verdad, marcan tanto la trayectoria de un cineasta que acaban pesando como una losa a la hora de saciar expectativas con trabajos posteriores. Cuatro años después del amargo sabor debajo con aquella enrevesada historia de sectas, de aires setenteros, protagonizada por Ethan Hawke y Emma Watson, Amenábar aparca sus proyectos internacionales para regresar al cine cien por cien español con un proyecto totalmente alejado de todo lo que había ofrecido hasta entonces, si bien comparte con Ágora su intención de hablar de la sinrazón de los fanatismos, echando un vistazo atrás a la historia para comprobar, con desesperanza, que hay heridas que ni el tiempo consigue cerrar. Mientras dure la guerra (2019) podría catalogarse, a la ligera, como otra película más sobre la Guerra Civil, algo que se suele utilizar de manera despectiva por todo aquel que detesta el cine español y se aferra a la supuesta falta de ideas que azota a nuestra industria para desacreditarlo.
Por suerte, la inteligencia de Alejandro Amenábar en el guion (escrito en colaboración con Alejandro Hernández), desde siempre uno de los aspectos más débiles de la obra del cineasta, aleja a esta nueva aproximación de la mayoría de lugares comunes del género para adentrarse en una encomiable biografía que gira alrededor de una de las personalidades más lúcidas surgidas de la generación del 98, el escritor y filósofo Miguel de Unamuno. Mientras dure la guerra es una obra que se esfuerza por mantener una evidente imparcialidad en los espinosos temas que toca. Las cicatrices están ahí, tan vivas como en el complicado verano de 1936 que rememora, situando la acción en esa Salamanca de cuya Universidad era rector el célebre Unamuno, en los primeros días de esa Guerra Civil que dividió al país. El escritor, reconocido republicano, había apoyado el alzamiento del ejército, algo que lamentaría posteriormente, cuando asistió, atónito, a las crueldades que los militares profirieron contra personas de su entorno, amigos, vecinos, alumnos, víctimas inocentes de la barbarie de la guerra. Esta decepción le llevaría a redimirse aquel histórico 12 de octubre de 1936, cuando entregó un sentido discurso (el del “venceréis, pero no convenceréis”) en el Paraninfo de la universidad, enfrentándose al fundador de la Legión José Millán-Astray, como respuesta a las palabras anteriores del catedrático Francisco Maldonado donde se exaltaba el fascismo como cura de los cánceres (Cataluña y las Vascongadas, según su criterio) que contaminaban a la nación. Este episodio de la Historia de España es el que busca retratar el nuevo filme de Amenábar y, lejos de querer ser una película “de guerra”, se preocupa en entrar en la mente de su interesantísimo personaje protagonista, mostrando sus luces y sombras y una inteligencia que le hizo saber reconocer sus errores y rectificarlos. El mejor aliado del director para que su película sea un éxito es el esforzado trabajo de un Karra Elejalde que demuestra, una vez más, no conocer registro (ya sea dramático o cómico) que se le resista. El maravilloso trabajo de caracterización ayuda a que su Unamuno se sienta real y próximo. Junto a él, el espectador asiste a las relaciones del escritor con los miembros de su familia; a las quedadas con sus grandes amigos, el antiguo alumno y también profesor universitario Salvador Vila y el pastor protestante Atilano Coco, ambos fusilados por sus ideales; y a sus contrariedades dentro de la situación política del momento.
▼ Mientras dure la guerra, Alejandro Amenábar.
Sección oficial del Festival de San Sebastián.
Sección oficial del Festival de San Sebastián.
«Aun con imperfecciones, la propuesta de Amenábar se posiciona con éxito como una oportuna lección de memoria histórica que recupera para las nuevas generaciones un episodio de nuestra historia espléndidamente puesto en imágenes y, por encima de todo, que funciona a la perfección en su escena culminante: la del discurso de Unamuno, esa que resume la esencia de la película y define con precisión cuáles fueron (y siguen siendo) los males que separan el país».
Más que a otros productos ambientados en la Guerra Civil, este retrato humanista del autor de La tía Tula y San Manuel Bueno, mártir recuerda más a esa biografía sobre Winston Churchill que le valiera el Oscar a mejor actor a Gary Oldman: El instante más oscuro (Joe Wright, 2017). Al igual que en aquella, la situación convulsa que invade a todo un país es vista a través de los ojos de un personaje protagonista que se enfrenta a fuertes dilemas morales y políticos y cuyo papel es bastante decisivo en el devenir de los acontecimientos. También aquí proliferan las escenas que acontecen en espacios cerrados, con decisiones que se toman entre las cuatro paredes de sombríos despachos por ambiciosos gobernantes y belicosos militares que fraguan una guerra, confiriendo al producto un clasicismo y un marcado carácter teatral que parecen beber del cine de José Luis Garci. La ambientación es uno de los puntos fuertes de la película, con una excelente fotografía de Alex Catalán y la prodigiosa labor de dirección artística consiguiendo que el espectador se sumerja de lleno en la trama. En los apartados de interpretación, junto a ese Karra Elejalde que se apodera de la pantalla en cada aparición, cabe destacar la meritoria labor de un enérgico Eduard Fernández en el rol de Astray y de Santi Prego, que ofrece una versión del generalísimo Franco que corría el peligro de caer en la caricatura pero que el actor gallego sabe esquivar con acierto, mostrando a un ser gris, de pocas palabras y apariencia poco inteligente a quien la suerte lleva hasta el lugar privilegiado que llegó a ocupar. No acaba de ser Mientras dure la guerra la obra redonda que podría haber sido dentro de la filmografía de Amenábar ya que, en ocasiones, el realizador se deja llevar por concesiones al sentimentalismo (esa escena, bonita aunque un tanto evidente, en la que Unamuno discute de política con su joven discípulo; los momentos que comparte con su nieto) e imágenes oníricas que, sin venir demasiado a cuento, rememoran la juventud del escritor y su amor perdido (un mal en el que también incurrió en Mar adentro). Aun con estas imperfecciones, su propuesta se posiciona con éxito como una oportuna lección de memoria histórica que recupera para las nuevas generaciones un episodio de nuestra historia (nada mejor que echar la vista al pasado para entender mejor el presente) espléndidamente puesto en imágenes y, por encima de todo, que funciona a la perfección en su escena culminante, la del discurso de Unamuno, esa que resume la esencia de la película y define con precisión cuáles fueron (y siguen siendo) los males que separan el país, que no son otros que absurdos prejuicios creados por personas intolerantes y sin escrúpulos. | ★★★★☆
© Revista EAM / Madrid
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