Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Crítica | En la hierba alta

Deus ex natura

Crítica ★★☆☆☆ de «En la hierba alta», de Vincenzo Natali.

Estados Unidos, 2019. Título original: In the Tall Grass. Director: Vincenzo Natali. Guion: Vincenzo Natali (Novela: Stephen King, Joe Hill). Productores: Steven Hoban, Jimmy Miller, M. Riley, Mark Smith. Productoras: Copperheart Entertainment / Netflix. Distribuida por Netflix. Fotografía: Craig Wrobleski. Música: Mark Korven. Reparto: Laysla De Oliveira, Avery Whitted, Patrick Wilson, Harrison Gilbertson, Will Buie Jr., Rachel Wilson.

Stephen King continúa siendo un claro caballo de ganador a la hora de atrapar la atención de la audiencia. Más de 40 años viendo cómo sus obras literarias se trasladan con gran éxito, tanto a la pequeña como a la gran pantalla, han hecho del novelista de Maine toda una institución dentro del género del terror. Netflix supo ver el filón, estrenando en exclusiva algunas de las últimas adaptaciones, tales como El juego de Gerald (Mike Flanagan, 2017) o 1922 (Zak Hilditch, 2017), y ahora vuelve a la carga con una nueva película que, además, tuvo su primer contacto con el público en el reciente Festival de Sitges, despertando sensaciones encontradas. En la hierba alta (2019) parte de un relato corto, escrito conjuntamente por King y uno de sus hijos, Joe Hill, para ser publicado en la revista Esquire dividido en dos partes, y debe su título al inquietante escenario en el que se desarrolla, de manera casi íntegra, la historia: unos enormes pastizales verdes situados junto a una carretera en Arizona. La película se abre con un perturbador plano cenital en el que se puede ver el sinuoso movimiento de esa hierba alta, acariciada por una suave brisa, mientras que unos sospechosos susurros que provienen de su interior parecen indicar que el lugar tiene vida propia. Una imagen directa, concisa, y de una belleza visual innegable, que sabe despertar desde el munuto uno la curiosidad en el espectador sobre la nueva pesadilla que King ha confeccionado para hacerle pasar un (buen) mal rato. Inmediatamente después (la película entra en materia con una rapidez apremiante), se nos presenta a dos de los personajes principales del relato, embarcados en un viaje en coche hacia San Diego. Cal (Avery Whitted) lleva a su hermana Becky (Laysla De Oliveira) hasta una familia que acogerá al bebé que ella lleva en su vientre, fruto de un romance truncado con su novio Travis, cuando deciden parar a la orilla de la carretera cuando la chica sufre una indisposición. De pronto, la voz de un niño pide auxilio desde los matorrales y los dos hermanos, pobres incautos, acuden a la llamada introduciéndose en el campo.

En la hierba alta es el tipo de filme que cuenta con una premisa de lo más sugestiva, con ingredientes que invitan a esperar, como mínimo, sorpresas y sustos eficaces. Desde el momento en que los personajes se han adentrado en ese laberinto vegetal, comienzan a suceder cosas que escapan a cualquier tipo de explicación racional, algo que siempre es entretenido de ver. Así, pronto queda en evidencia que las leyes del tiempo y del espacio se alteran de forma caprichosa en aquel lugar; que una vez que se entra allí es prácticamente imposible volver a encontrar la salida; y que los peores instintos, los miedos y traumas de las personas florecen de un modo irracional que desemboca en locura. Las rarezas no acaban ahí, ya que la proximidad de una iglesia abandonada, vacía de cualquier símbolo cristiano, contribuye a otorgar una lectura más mística a los extraños acontecimientos, del mismo modo que la presencia de una enorme piedra negra con misteriosos jeroglíficos grabados podría hacer pensar en algún tipo de intervención extraterrestre en la trama. Muchas preguntas que están en el aire que, a la hora de la verdad, quedan sin demasiadas respuestas, algo que, tal vez, la película tampoco necesitaba. Los primeros minutos de los dos hermanos perdidos (cada uno por su lado, incapaces de encontrarse) en medio de la maleza, son absolutamente eficaces a la hora de generar la suficiente inquietud y sensación de peligro latente que el relato requiere, gracias, sobre todo, a un elegante trabajo de cámara, que se mueve de manera sinuosa entre las plantas, transmitiendo una gran claustrofobia. Desde el momento en que comienzan a hacer aparición otros personajes (el niño Tobin, sus padres, el perro de la familia y, finalmente, el novio de Becky, lanzado a la búsqueda de la joven) en el lugar, la historia va adquiriendo unos tintes más enrevesados, con abundantes bucles temporales jugando con la mente de los acorralados y, por descontado, la del espectador.

In the Tall Grass, Vincenzo Natali.
Otro producto Netflix impersonal y de caducidad rápida.

«No es una mala película. Entretiene durante la mayor parte de su metraje y contiene pasajes e imágenes concretas que sí parecen recuperar al mejor Natali pero son demasiado pocas en medio de un producto decididamente olvidable, rodado con más oficio (como el trabajo de encargo que es) que con verdadera voluntad de aportar alguna novedad a lo mil veces visto en el género».


La dirección de En la hierba alta corre a cargo del canadiense Vincenzo Natali, todo un referente en el género fantástico contemporáneo gracias a obras tan interesantes como Cypher (2002) o Splice: Experimento mortal (2009), y, precisamente, parecía una opción perfecta, dadas las características que la obra de King comparte con la obra maestra del realizador, Cube (1997). Al igual que en aquella, un grupo heterogéneo de personas va a parar a un lugar cerrado que parece tener sus propias normas y que acaba siendo una trampa mortal para todos ellos, sacando lo peor de sus personalidades al verse expuestos a situaciones límites. Sin embargo, mientras en Cube, con toda su modestia, Natali conseguía generar una atmósfera de paranoia muy efectiva que no bajaba el listón en ningún momento hasta culminar en una imagen final que quedó grabada a fuego en los anales del género, en En la hierba alta no consigue dejar una impronta personal que distinga a este producto de otras adaptaciones de King de similares planteamientos. Hay un buen envoltorio visual. La fotografía de Craig Wrobleski saca un gran partido de sus verdes escenarios y el ritmo es el adecuado para que la monotonía no se apodere de una historia que transcurre en unos parajes tan limitados, pero llega un momento en que el suspense generado, casi deudor del M. Night Shyamalan de la incomprendida El incidente (2008), da paso a un espectáculo de terror más evidente e histérico, con proliferación de momentos sanguinolentos y cierta tendencia a la sobreactuación de algunos de sus actores, entre ellos un Patrick Wilson más pasado de rosca que nunca. Es verdad que subyacen, cómo no, los mismos temas de siempre, aquellos que parecen inquietar a King en cada historia que concibe: el sentimiento de culpa, los fantasmas del pasado, las relaciones afectivas complicadas, el perdón, pero estos están plasmados a través de unos personajes tan desdibujados que impiden que el público empatice con sus problemas y sufra con ellos de la manera en que debería haber sido. No es una mala película. Entretiene durante la mayor parte de su metraje y contiene pasajes e imágenes concretas que sí parecen recuperar al mejor Natali pero son demasiado pocas en medio de un producto decididamente olvidable, rodado con más oficio (como el trabajo de encargo que es) que con verdadera voluntad de aportar alguna novedad a lo mil veces visto en el género. Otro de esos tristes casos de talentos (los del director y los autores del libro) desperdiciados en un campo de mediocridad. | ★★☆☆☆


José Martín León |
© Revista EAM / Madrid




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