Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Nosotros

Jordan Peele no se ha dormido en los laureles. Dos años después de estrenar Déjame Salir en Estados Unidos, su gran debut en el largo, llega con su segunda película a nuestras salas, Nosotros. En ella ahonda más en el género de terror, del que Peele es un gran fan y orgulloso defensor, pero lo hace de una forma más minimalista y críptica. Una destilación del género hasta lograr una película que se sustenta casi exclusivamente en la puesta en escena y en explotar el viejo tropo del doppleganger, aderezando todo con su particular humor.

La premisa ya la conocemos por los tráilers. Una familia afroamericana de clase media se pega una escapada vacacional a la playa y, en mitad de la noche, se ven asaltados en su casa por una especie de familia antagónica. Se inicia así una home invasion que, como veremos nada más comenzar la película, tiene un vínculo directo con un suceso del pasado de la madre protagonista.

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Peele construye a partir de ahí una atracción de feria con calma, cuidando mucho la puesta en escena y tomándose su tiempo en retratar a una familia en un contexto de lo más cotidiano al que poco a poco va agregando elementos inquietantes. Se toma su tiempo en detonar su historia a la vez que va sembrando de pequeños flashbacks su relato. Un relato que es tremendamente sencillo, puede que demasiado, para el tiempo que invierte tanto en caldear el ambiente como en jugar al gato y el ratón cuando las cartas están sobre la mesa.

Esa dilatación del tiempo que dedica a las escenas (que no al ritmo interno de las mismas, que es impecable) puede que esté motivado por una de las intenciones que ha confesado el propio director: que la película funcione como un test de Rorschach sobre el que el espectador vierta sus interpretaciones. A más tiempo aderezado con extrañeza, más tiempo para pensar y buscar explicaciones más allá de las que ofrece la película.

También puede ser que Peele estuviera enamorado de la idea base de la película pero que ésta no fuese lo suficientemente potente como para sostener casi dos horas de metraje. Es algo que uno se plantea porque, aunque tenga la intención de dejar a la interpretación del espectador varios aspectos de su historia, también dedica más verborrea e imágenes de las necesarias en aclarar la revelación que contiene y que, a poco que uno esté atento y tenga cierto bagaje viendo cine, verá venir con bastante antelación. Se produce una cierta contradicción entre el exceso de explicaciones para un aspecto que se podía intuir sin problema y los muchos interrogantes que quedan sin respuesta de forma deliberada. Esto último no es necesariamente negativo, la incertidumbre en el cierre de una premisa fantástica a veces es mucho más efectiva y aterradora que una explicación decepcionante, pero choca esa sensación de dejar libertad al espectador en los elementos más simbólicos y las preguntas primordiales y no confiar en su capacidad deductiva en cuestiones más sencillas.

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En cualquier caso, si en algo destaca la película es en la dirección y en la doble interpretación de su actriz protagonista, una Lupita Nyong’o magnífica que hace un trabajo expresivo y vocal impresionante. El Peele director, por su parte, logra un ritmo interno perfecto en sus escenas y opta por una dirección tan sencilla como elegante, sin esas sacadas de chorra técnicas tan típicas en películas donde hay actores duplicados frente a frente. Como él mismo afirma, rueda como si todos los personajes estuvieran en escena y buscando la mejor forma de potenciar las sensaciones que requiere cada momento. Logra con su gran trabajo tras la cámara sostener varios de los peros que tiene un guión dilatado y temeroso en su resolución.

A diferencia de Déjame salir, donde había una clara crítica a la condescendencia con la que la izquierda acomodada de Estados Unidos tapa sus prejuicios raciales, aquí, aunque hay algunos guiños culturales (el culto televisivo de los 80, Alicia en el país de las Maravillas), no hay un mensaje más allá de cierta idea de lucha de clases que puede inferirse de la historia. En el fondo, esto no es más que un muy resultón slasher con el interesante añadido de los dobles.

Dicho esto, es cierto que el cine de género no está obligado a justificarse a sí mismo con un trasfondo sesudo o metáforas de ningún tipo, pero es inevitable pensar que mucho del bombo que ha tenido la película esté muy marcado por esa voluntad de buscarle más significados que los que realmente contiene (Peele invita a ello) a la vez que se le perdonan la laxitud en el metraje y esas sobreexplicaciones innecesarias. Son zancadillas que entorpecen las virtudes que nos ofrece Nosotros como peli de terror pura y dura.



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