Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Triple Frontera

Triple Frontera es el resultado de la unión de dos talentos en lados relativamente opuestos: el tándem formado por Kathryn Bigelow y Mark Boal por un lado, y el director J.C. Chandor por otro. De los primeros toma su sobriedad y del segundo su introspección. Un grupo de militares desencantados deciden que ya está bien de sangrar por la patria por cuatro duros y deciden robar a un poderoso narcotraficante en su recóndita mansión escondida en la mencionada línea que separa Brasil, Paraguay y Argentina. La premisa y el desarrollo de la película son más sencillos, imposible: el robo. Su planificación, su ejecución, y la posterior huida.

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Es casi la reconstrucción paso a paso de un evento, y es un planteamiento que es puramente Bigelow/Boal, como el que ya exhibieron en Zero Dark Thirty o en Detroit. Ellos proporcionan el cuerpo de la película. Chandor (y un sensacional, pero sensacional Ben Affleck) le da su corazón: la pérdida del honor, el estudio de un grupo de militares que comienzan a actuar sin código y sin reglas, o como dicen metafóricamente, “sin el calor de la bandera”, sin ningún otro motivo que el enriquecimiento personal, y las consecuencias de la violencia que comienza a escaparse de sus manos.

Es una tensión entre dos formas de ver una historia que noto por todas partes, y que comienza a trancas y barrancas para luego ir acomodándose en la segunda mitad de la película, mucho más aventurera, mucho más “clásica” y mucho más meditabunda. Más Chandor, en definitiva, responsable de una de las películas más destacadas de este tipo en los últimos años de cine estadounidense, Cuando todo está perdido. Al principio, me costaba un poco entender a este grupo de gente porque la película no proporciona muchas explicaciones (o mejor todavía, no las enseña) de su hastío. El “cerebro” de la misión, Santiago Garcia (Oscar Isaac), dice que está harto, como lo dicen también los dos baluartes de la operación, los hermanos Miller, William y Ben (Charlie Hunnam y Garrett Hedlund). Francisco Morales (Pedro Pascal), el piloto, está acusado DE transportar drogas, y necesita el dinero.

Pero el pegamento del grupo, el capitán Tom Davis, alberga un motivo más complicado: lo necesita; necesita volver, y se odia porque lo necesita. Porque es un hombre violento, hastiado de la vida civil. Es una revisión del gran personaje de Bigelow y Boal, William James, el protagonista de En Tierra Hostil, con un matiz especial. Davis, el más experimentado del grupo, el más “cansado” de todos, sabe las consecuencias del camino que van a emprender. Es una misión ilegítima. Y esta ilegitimidad contamina todos los buenos propósitos, y hará sufrir a quienes menos lo merecen. Pero lo necesita. Chandor reserva la segunda hora de la película para aclararme motivos y reflexiones y eso es más que suficiente.

Tengo que dedicar un par de párrafos a Affleck. Lo primero que viene a la cabeza cuando pienso en él es esa escena de El Indomable Will Hunting en la que reprocha a Matt Damon, su mejor amigo, su incapacidad para entender que tiene en sus manos “un boleto ganador sin los cojones de cobrar”. Es un actor que siempre me ha dado la sensación de haberse subido en la ola que Damon inició. “Damon es una auténtica superestrella”, pienso, “y Affleck llegó donde llegó por hacer la rémora”. Pero por cada Gigli, por cada Daredevil, por cada Pearl Harbor hay una Hollywoodland, hay una Perdida, hay una To the Wonder, hay una — ésta es maravillosa — Al límite de la verdad. Y, hasta cierto punto y si los Dioses se lo hubieran permitido, hay un Batman. Siempre hay, en definitiva, una película en la que Affleck realiza una interpretación de envergadura construyendo un personaje a partir de sus fallos como ser humano, del resquebrajamiento de su figura de estrella, de la eterna culpa del impostor que parece desprender.

En Triple Frontera se puede apreciar la rabia contenida desde las primeras escenas, en las que incluso parece que llega a forcejear con sus líneas. Cuando Davis espeta a su hija un “te quiero” tembloroso y con la sonrisa forzada, vemos a un hombre para quien el cariño no es la primera opción y lo sabe y necesita hacer algo al respecto. No sé si Affleck es consciente del efecto que produce ver a un maromo de ese tamaño y con semejante carrera exhibir tan abiertamente tantas dudas sobre sí mismo, pero ahora mismo no hay nada parecido en este calibre del estrellato de Hollywood. Las estrellas de cine no deberían comportarse así. Es antiintuitivo. Y por eso es tan eficaz: Isaac, Hunnam, Hedlund y Pascal están a un buen nivel, pero limitados en cierto modo por las constricciones que les imponen Bigelow/Boal. Pero Affleck es Chandor puro y duro. Y es impresionante atestiguar cómo está a la altura.

Casi tan sorprendente como Chandor, un pedazo de director cuya idea de película germina lentamente. Triple Frontera comienza como un espectáculo urbano estándar de tiros y tipos duros pero el interés que demuestra en la primera secuencia de acción tanto por la geografía como por la gente que la habita — limpísima, de firme steadicam y abundantes planos de referencia — comienza a diferenciar la película de compañeras más descarnadas, como la mencionada Zero Dark Thirty o más estoicas, como Sicario, hasta convertirse en una aventura donde los extraordinarios escenarios naturales adquieren un papel predominante, como ya ocurriera en su película con Redford. Lo mejor de todo: lo hace sin dar la sensación de que necesita cambiar radicalmente la propuesta inicial de Boal. No se convierte en dicharachera por arte de magia, ni dedica secuencias de diez minutos a explorar a sus personajes. Lo demuestra en miradas, pausas y silencios, proporcionando una película cohesionada, sin rastro alguno de “ATAQUE DE DIRECTOR”.

Admirable por Affleck, admirable por la sangre fría de Chandor, admirable por su sentido de la grandeza. En sus selvas y sus montañas caminan hombres que “una vez fueron guerreros”, como recuerda Hunnam — otro apunte para él: James Gray y La Ciudad Perdida de Z le han conferido un salto de calidad que le lleva ahora a interpretar sin esfuerzo aparente y eso es oro para un tío que necesita diferenciarse como sea en este maremágnum de gente rubia con ojos azules que Hollywood lleva cultivando de un tiempo a esta parte –, en un mensaje que tarda en llegar, pero llega: en el momento en que cometes traicionas tus principios al apretar el gatillo, el mundo se convierte en un lugar demasiado enorme.

 

 

 



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