Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Tu hijo

Sobre el papel, parecía que Tu hijo, el último trabajo de Miguel Ángel Vivas, iba a ser una película de venganza tradicional según los cánones americanos. De hecho, su premisa es muy, muy parecida a la del reciente remake de Death Wish, protagonizado por Bruce Willis: Un cirujano y padre de familia que, tras sufrir su hijo una paliza que le deja en coma, decide investigar por su cuenta quién es el responsable de esa atrocidad, a medida que una creciente rabia le consume más y más. Pero donde Willis se convertía en una especie de héroe del pueblo en su concepción más fachoide y lúdica, aquí, José Coronado hace un viaje a los infiernos de consecuencias demoledoras y nada complaciente con el espectador.

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Los que hayáis visto Secuestrados sabéis la clase de crudeza que Vivas es capaz de transmitir. Una crudeza muy similar a la que trabaja en Tu hijo pero sustituyendo un cine cercano al terror puro, desmoronando en la pantalla la idea del hogar como fortaleza segura, por uno más íntimo y dramático, atacando al propio núcleo familiar como fuente del afecto, confianza y referentes. Un planteamiento y una puesta en escena, casi siempre austera, seca, y llena de silencios, que recuerda por momentos al Haneke más cabrón.

Vivas traza una narración muy rigurosa con el punto de vista, siempre en la piel de un Coronado que construye un personaje contenido y obsesivo, incapaz de digerir uno de los golpes más duros que puede recibir un padre de forma mínimamente sensata. Como ocurría con el personaje de Hugh Jackman en Prisioneros, el dolor y la impotencia crean un monstruo torpe y ciego pese a creerse la única persona lúcida y activa. Las pocas veces que ese punto de vista cambia están elegidas a conciencia y con toda la intención y, en casi todos los casos, son grabaciones de móviles, que sirven a lo largo de la película para contar la historia del hijo, desde la relación inicial con el padre a las grandes revelaciones sobre lo ocurrido a las que el padre se debe enfrentar. La otra vez en que hay un cambio de punto de vista, ya fuera de una pantalla, sirve para terminar de apuntalar una realidad que hunde al espectador de forma definitiva.

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A la película se le puede reprochar que en algunos momentos fuerce las tornas cuando, quizás, las circunstancias no dan para pisar tanto el acelerador, pero la convicción del viaje emocional que quiere contar es tan potente, que se le perdona. Pese a esos peros, Vivas ha construido probablemente su película más madura, mano a mano con Alberto Marini, el co-guionista de la misma. Lo que parecía una película de venganza cruda y austera es, en realidad, una película que da en la línea de flotación de uno de los pilares sociales, la familia. Ésta es la mayor damnificada de una historia que también la acaba situando en el punto de mira, especialmente a la figura paterna y cierta concepción de masculinidad que, sin dar más detalles, nos remite a sucesos recientes vividos en nuestro país.



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