Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Las 10 mejores películas del 22º Festival Black Nights de Tallin

Las 10 mejores películas del Festival Black Nights de Tallin

Balance del último certamen de categoría A del año.

Iniciado en 1997 con apenas 4.500 asistentes, el Black Nights Film Festival se originó en la bella Tallin para dar voz al muy personal cine nórdico, pero fue poco a poco expandiendo su alcance hasta convertirse en uno de los principales certámenes internacionales del momento. En sus 22 ediciones, múltiples han sido los cineastas procedentes de todos los rincones del mundo que han presentado sus películas allí, superándose el certamen cada año en riesgo y alcance. Se trata de un festival de clase A, pero su emplazamiento al final del ciclo anual y su escasa fama más allá del circuito crítico todavía le impiden contar con estrenos de auténtico renombre, lo que no quita que tanto su Sección Oficial como el resto de apartados presenten un gran interés que bien merece más titulares. Al menos, ese ha sido el caso de la 22ª edición, la cual ha llevado a esta publicación hasta la capital estonia por primera —que seguramente no última— vez. De entre todas sus variopintas secciones, y tratando de contar con un poco de todo, ha surgido el —confiemos— sugerente top 10 que nos ocupa.

10| WASTED EGGS

Ryo Kawasaki, Japón ǀ COMPETICIÓN DE ÓPERAS PRIMAS

Con 29 años, Junko está ya muy cerca de la peligrosa edad en la que parece dejarse la juventud atrás definitivamente; la edad a la que las expectativas sociales depositadas sobre uno (una, en su caso, que el género importa y mucho) se vuelven más pesadas que nunca. Como mujer y japonesa, Junko se enfrenta además a una sociedad patriarcal y familiar en la que tener hijos es casi una obligación, con lo que, al carecer de aspiraciones maternales, decide donar sus óvulos, confiando así en dar sentido a una existencia cada vez más diluida. Durante el proceso se encuentra con su prima Aki, quien ha tomado la misma decisión porque, aunque sí está emparejada, lo está con una mujer (para desconocimiento de sus padres), lo que también le imposibilita formar una familia que satisfaga al status quo. Ambas deciden entonces vivir juntas para compartir una aventura mucho más ardua de lo que esperaron, una que las llevará a dudar de su propio sentido vital una y otra vez, algo irónico considerando que decidieron lanzarse a ella precisamente para encontrarlo. Con su ópera prima, Ryo Kawasaki ha sido bastante más arriesgada de lo que su sencilla puesta en escena aparenta, pues temas como la homosexualidad o el control que directa e indirectamente impone la sociedad japonesa sobre las mujeres están muy rara vez presentes en una cinematografía que sigue siendo harto heteropatriarcal. Wasted Eggs dota la habitual dramedia en torno a la amistad femenina nipona de una dimensión recóndita y demoledora, dando un sentido social a códigos tradicionales cercanos al manga adolescente. Sí están presentes en ella, no obstante, las clásicas escenas de complicidad e intimismo que todos relacionamos con el cine japonés, radicando su principal virtud en saber aderezar esa magia hogareña de un componente social y psicológico que vuelve aún más impactante el melodrama. Mitsue Terasaka y Sora Kawai componen dos personajes muy diferentes, dos mujeres que todavía no se han encontrado a sí mismas y que, aun sabiendo que están siendo manipuladas por el machismo imperante, se vuelven cómplices del sistema. No juzga Kawasaki, sin embargo, a la sociedad o sus integrantes, sino que, desde el sumo respeto que caracteriza a la cultura japonesa, se limita a aportar pinceladas de realidad con las que pueda sacar sus propias conclusiones un espectador que, de un modo u otro, terminará removido por dentro. 67/100.

Japón, 2018. Título original: Wasted Eggs. Presentación: Festival de Tallín 2018. Dirección: Ryo Kawasaki. Guion: Ryo Kawasaki. Productora: Article Films. Fotografía: Kiyohito Tanabe. Música: Miki Kobayashi. Reparto: Mitsue Terasaka, Sora Kawai, Chieko Misaka, ChiseNiitsu, Supika Yufune. Duración: 70 minutos.

09| TAKE IT OR LEAVE IT

Võta või jäta, Liina Trishkina, Estonia ǀ COMPETICIÓN DE CINE BÁLTICO.

En lo que respecta a expectativas y responsabilidades, la sociedad trata de forma muy diferente a madres y padres. A ellas se les otorga más confianza, pero también mayor culpa en caso de que algo salga mal; a ellos, se les perdona la incompetencia con mayor facilidad pero también se les arrebatan con mayor facilidad los derechos. Al final, todos pierden. De esta realidad trata Take it or Leave it, apuesta estonia para los próximos premios Oscar. Así, Erik, de 30 años (un excelente Reimo Sagor que se gana enseguida nuestra empatía), recibe un sábado por la mañana la notica de que su novia, a la que lleva seis meses sin ver, va a dar a luz. Y no sólo eso: Moonika no quiere saber nada del bebé, con lo que recae en el protagonista la decisión entre quedarse con él o darlo en adopción. Por supuesto, no hay buena elección posible, sobre todo cuando la niña nace para dejar de ser una hipótesis: pasar página sin más ya es imposible para Erik, pero hacerse cargo de ella cuando ni siquiera es capaz de cuidar de sí mismo, también. Al final, el joven decide cumplir con sus obligaciones paternales, confiando en que tarde o temprano la madre entre en razón (al menos, así es la situación a los ojos de una sociedad siempre inmisericorde con los progenitores irresponsables). Y, como cabía esperar, el camino es arduo, plasmándose sin tapujos las vicisitudes de ser padre soltero. Como recordatorio de la ausencia femenina, tres mujeres tendrán peso en la nueva realidad de Eric. Todo empieza con una madre que conoce mejor que nadie tanto las dificultades de criar un bebé como la incapacidad de su hijo para hacerlo (basta un par de planos para comprender que el padre nunca puso demasiado de su parte). Como conclusión de todo esto, ella trata de emparejar a la recién nacida con su otro hijo y su nuera, que nunca han buscado tener descendencia. Erik, claro está, se indigna, pero busca a su vez consuelo y apoyo en otra joven, también madre soltera. A través de tan distintos y bien definidos personajes da voz el filme a las mujeres, algo importante considerando que Erik se gana al espectador desde el principio y Moonika… no tanto. Se echa en falta de hecho el punto de vista de este personaje clave, pero lo cierto es que la fuerza del filme reside precisamente en la valentía y la honestidad con que escribe y dirige Liina Trishkina, no temiendo generar personajes controvertidos pese a mostrar compasión por todos y cada uno de ellos. 70/100.

Estonia, 2018. Título original: Võta või jäta. Presentación: Festival de Varsovia 2018. Dirección: Liina Trishkina. Guion: Liina Trishkina. Productora: ShenZhen HuaHao Film & Media Co. Fotografía: Erik Põllumaa. Montaje: Tambet Tasuja. Música: Sten Sheripov. Reparto: Reimo Sagor, Nora Altrov, Emily Viikman, Liis Lass, Adeele Sepp, Epp Eespäev, Andres Mähar, Egon Nuter, Mait Malmsten. Duración: 104 minutos.

08| SUNBURN

Un golpe de sol, Vicente Alves do Ó, Portugal ǀ SECCIÓN OFICIAL.

Cuatro amigos, tres hombres y una mujer, todos ellos con cuerpos esculturales y mentes atormentadas, se reúnen en una apacible villa portuguesa para disfrutar del verano. Todo es hermoso en Sunburn, desde la piscina —icónico cisne hinchable incluido— hasta las habitaciones, pero ninguno es capaz de disfrutar del momento del todo. Así, más que aprovechar el presente, maldicen el pasado mientras esperan un futuro que no llega, materializado en una visita inminente que mantendrá al espectador en vilo durante toda la película. Esa visita, ese hombre esperado, tiene relación directa con los cuatro personajes, los cuales comparten a su vez relaciones en todas las direcciones. Y es que todos ellos están marcados por amar o haber amado a la persona equivocada, siendo a su vez amados por alguien a quien no pueden corresponder. Sus hermosos cuerpos, ejercitados en el gimnasio y bronceados al sol, harán las delicias del espectador, pero no sirven de nada a quienes los poseen de cara a la felicidad soñada. Ricardo Pereira, Oceana Basílio, Nuno Pardal y Ricardo Barbosa ofrecen un trabajo coral magnífico, bordando tanto el carácter carismático de cada personaje como la química entre unos y otros: a menudo, basta una mirada para entender lo que las palabras callan. Tras la cámara, Vicente Alves do Ó firma y dirige una producción que, por la escasez de reparto y localizaciones, parece más adecuada para el teatro y carece sin embargo de teatralidad alguna gracias a los elegantes encuadres y las sutiles interpretaciones, las cuales se vuelven, eso sí, más potentes y trágicas conforme la trama cobra tintes más melodramáticos. La comedia, el drama y el suspense se entrelazan de maravilla, generando ganas atroces de saber más pero sin descuidar necesarias escenas de calma en las que los cuatro personajes interactúan con plena naturalidad, por lo general, eso sí, desvelando pequeñas pistas sobre los fantasmas que los persiguen. ¿De dónde viene la suprema tristeza que envuelve a personas que parecen tenerlo todo para ser felices? Sin prisa pero sin pausa, lo vamos descubriendo, ofreciendo el guion instantáneas tanto de impactante dramatismo como de una fuerte carga sexual bañada en tristeza que por momentos convierte a todos en diablos y, sin embargo, guarda siempre espacio para la redención y la esperanza. Bravo, por último, por el nada tópico plantel de personajes gais y bisexuales, a los que el realizador ya retrató con éxito en 2017 con su previa Al Berto, marcando quizá un nuevo y bienvenido rumbo en su filmografía. 73/100.

Portugal, 2018. Título original: Un golpe de sol. Presentación: Festival de Tallin 2018. Dirección: Vicente Alves do Ó. Guion: Vicente Alves do Ó. Productora: Ukbar Filmes. Fotografía: Luís Branquinho. Montaje: Hugo Santiago. Reparto: Ricardo Pereira, Oceana Basílio, Nuno Pardal, Ricardo Barbosa, Rafael Gomes. Duración: 82 minutos.

07| A PLACE TO LIVE

Pour vivre ici, Bernard Émond, Canadá ǀ SECCIÓN OFICIAL.

Aunque parezca mentira, el fallecimiento del cabeza de familia —perdónese el término machista— rara vez es abordada por el séptimo arte desde el afecto. En general, la fría escena del funeral es seguida de otras cada vez más agridulces o hasta cínicas durante las que descubrimos, bien que en el fondo nadie tenía demasiado cariño al difunto, bien que este llevaba una vida secreta a menudo relacionada con la infidelidad conyugal. Al final, la muerte tan sólo es una excusa para poner a los protagonistas en una situación límite que los lleve a confrontar su pasado y, quizá, enderezar su futuro. No es este el caso de la canadiense A Place to Live, donde comprendemos, prácticamente desde la primera escena, que el mundo ha perdido a alguien que, fuera más o menos extraordinario, lo era para su esposa, Monique (perfecta Élise Guilbault). Pocas películas logran, de hecho, que el espectador se encariñe tanto con alguien a quien nunca ha llegado a conocer, lo cual se consigue gracias a la lírica voz en off pero, sobre todo, a las palabras afectuosas que en todo momento le dedica su viuda, una mujer que, de pronto, se ha quedado sola y, quizá, sin motivos para seguir ella misma viviendo. Como sucedía en los míticos Cuentos de Tokio (1954) de Ozu Yasujiro, el consuelo no brotará de los propios hijos o nietos, demasiado ocupados ya con vidas ajenas al nido, sino de la bondad inesperada de personas que, precisamente por no tener compromiso alguno, mostrarán suma humanidad al prestar su apoyo y su cariño sin esperar nada a cambio. En A Place to Live, esa compasión pura, nada habitual en el cine occidental, la representan dos jóvenes mujeres: la nuera, tal y como sucedía en el clásico japonés recién mentado, y una amiga de la familia conectada a la protagonista por un viejo dolor que nunca acabó de cicatrizar. De alguna forma, ambas se sienten extrañas en la existencia que les ha tocado, alejadas bien de su pueblo, bien incluso de su país. No soportando de pronto su propio hogar (no por la soledad como tal, que lleva bien, sino por el recuerdo imborrable de su marido), Monique decide recorrer tanto los nuevos ambientes de sus hijos, donde se sentirá fuera de lugar pese al aparente cariño recibido, como los de su propio pasado, donde comprobará que nada es ya lo mismo y, aun así, sentirá una paradójica paz. Los primeros escenarios representan el futuro; los segundos, el pasado, pero serán curiosamente estos últimos lo que le den fuerza para seguir adelante en una sociedad inconscientemente cruel con el duelo ajeno. 72/100.

06| A SHELTER AMONG THE CLOUDS

Streha mes reve, Robert Budina, Albania, Rumanía ǀ SECCIÓN OFICIAL.

En una ciudad montañosa del norte de Albania vive Besnik (Arben Bajraktaraj), un pastor que sufre de un trastorno mental, en compañía de su ya mayor padre. La zona es hermosa, como remarca la cuidada fotografía de Marius Panduru, pero está teñida de un conservadurismo religioso procedente de todos los frentes: él es musulmán, al igual que la estirpe de su hermana, pero la de su hermano es ortodoxa; su madre era católica, a lo que se suma que su padre es excomunista. Vamos, que, como en Albania, en esta familia hay de todo. Las distintas creencias conviven en relativa paz, pero el repentino descubrimiento de que la mezquita del pueblo fue en su día una iglesia trastoca la situación, despertando prejuicios largo tiempo contenidos. Hasta la hora de la comida se vuelve de pronto una zona de guerra por la relación que determinados alimentos tienen con las distintas creencias: que uno de los niños musulmanes, ingenuo él, esté a punto de comer cerdo es la gota que colma el vaso… Y uno no sabe si reír o llorar. Decidido a ser objetivo, Robert Budina presenta la situación con sumo respeto hacia todas sus partes sin dejar de lado un sutil espíritu crítico. No es ajeno al choque cultural: ya con Agon (2012), su ópera prima, siguió la migración a Grecia de dos hermanos albaneses de corte opuesto. En cualquier caso, mientras el mundo enloquece a su alrededor, Besnik inicia una relación inesperada con una mujer ajena a la comunidad que, pese a ser musulmana, prescinde de los sexistas atavíos habituales de dicha religión. Aun siendo muy creyente y padeciendo el trastorno mental mentado, él termina siendo el más sensato y abierto de miras de todos, dando la bienvenida tanto a la mujer como a sus ideas. «La gente ama a Dios pero es incapaz de amarse a sí misma», dice en un momento, iniciando así un camino en busca de sentido vital, quizá cansado ya de una existencia tan rutinaria como constreñida que, mirada desde fuera, se antoja absurda. A Shelter Among the Clouds, que podría fácilmente traducirse como Un refugio entre las nubes por la distribuidora española potencial pertinente, envuelve una invitación al diálogo entre culturas en un retrato de la desconocida existencia rural albana a todas luces sugestivo. 73/100.

Albania, Rumanía, 2018. Título original: Streha mes reve. Presentación: Festival de Tallín 2018. Dirección: Robert Budina. Guion: Robert Budina. Productora: Erafilm. Fotografía: Marius Panduru. Montaje: Ștefan Tatu. Música: Marius Leftărache. Reparto: Arben Bajraktaraj, Esela Pysqyli, Irena Cahani, Bruno Shllaku, Osman Ahmeti. Duración: 85 minutos.

05| THEN CAME YOU

Peter Hutchings, Estados Unidos ǀ JF YOUTH PROGRAMME.

Un chico hipocondríaco y una chica desvergonzada coinciden en una sesión de ayuda a enfermos terminales. Él sólo está ahí como terapia para su perenne miedo a enfermar, causado por la muerte de su hermana gemela años atrás; ella, sin embargo, se enfrenta a la última etapa de un cáncer que terminará pronto con su vida. Entre ambos, dos outsiders en un mundo demasiado ocupado consigo mismo, brota una amistad encantadora de la que ambos se beneficiarán sin dar a cambio nada más que su lealtad. El debutante Fergal Rock firma un guion simpático y sincero que Peter Hutchings, quien ya se dedicó a la generación Millennial con Rhymes with Banana (2012) y Marginados (2017), lleva a la pantalla grande con suma sensibilidad, conscientes ambos de los códigos del cine comercial juvenil que ya explotó recientemente con éxito Bajo la misma estrella (Josh Boone, 2014), en la que tanto Shailene Woodley como Ansel Elgort encarnaban a enfermos terminales. Estamos ante un tema innegablemente dramático que pide a la fuerza un toque de esperanza tanto para llegar a todos los públicos como para dejar el buen sabor de boca que en el fondo requiere: no es cuestión de esconder el verdadero dolor que en todos los sentidos acarrea el cáncer, sino de acompañarlo de otros sentimientos que insten a quienes lo tienen dentro o cerca a seguir luchando. Hasta que los médicos encuentren una solución que, atendiendo a los relativamente escasos medios a ello dedicados, tardará en llegar, poco puede hacerse por luchar contra la destructiva enfermedad, pero sí se puede tratar de sobrellevarla de la mejor manera posible. Para ello, Then Came You impregna todo de un delicioso humor que acompaña bien la idea que el propio título acarrea: hasta de las peores circunstancias puede sacarse algo bueno. Y, aunque evidente, que un chico aprenda a superar su miedo a la vida gracias a una chica a punto de perderla es casi tan motivador como ver a esta aprovechar al máximo el tiempo que le queda gracias a alguien que llevaba tiempo sin disfrutar nada del todo. Por fuerza sentimental, pero no por ello forzada, la película debe gran parte de su nervio a sus protagonistas, dos promesas del cine estadounidense contemporáneo: Maisie Williams, una de las estrellas de Juego de Tronos, y Asa Butterfield, quien no ha dejado de trabajar desde ser lanzado al estrellato por El niño del pijama de rayas (Mark Herman, 2008). Ella está divertidísima; él, tan tierno como siempre; juntos, hacen magia. 77/100.

Estados Unidos, 2018. Título original: Then Came You. Presentación: Festival de Woodstock 2018. Dirección: Peter Hutchings. Guion: Fergal Rock. Productora: BCDF Pictures. Fotografía: Andre Lascaris. Montaje: Jacob Craycroft, Jason Nicholson. Música: Spencer David Hutchings. Reparto: Asa Butterfield, Maisie Williams, Tyler Hoechlin, Nina Dobrev, Peyton List, Ken Jeong, Sonya Walger, David Koechner. Duración: 97 minutos.

04| THE RIB

Leigu, Wei Zhang, China ǀ PANORAMA.

Pese a los pasos de gigante dados durante los últimos años, la identidad transgénero sigue estando incomprendida en el mundo entero. Y, si es así en el mundo occidental, ¿qué esperar de otras regiones del mundo? En China, por ejemplo, las leyes están a favor de las personas disconformes con las etiquetas de género, sigue habiendo una marcada transfobia. Incluso su cinematografía, que siempre ha ido a la cabeza de las reivindicaciones sociales, ha relegado la cuestión a un segundo plano, lo que da a The Rib —literalmente, la costilla, en referencia a la creación de Eva a partir de Adam— un valor descomunal por tratarse de la primera película “mainstream” que la aborda de frente. En ella, Wei Zhang presenta a dos mujeres trans muy diferentes: la orgullosa Liu Mann (Gao Deng), que por fin se siente mujer de pleno derecho tras haberse operado y, sin embargo, es incapaz de ser feliz por culpa del desprecio que la rodea, y la más comedida Huang Yi (Yuan Weijie), quien, animada por su amiga, decide confesar por fin a su padre (Huang Jingyi), católico devoto, que nunca fue un hijo lo que tuvo. Colmadas de verdad, las interpretaciones del trío protagonista defienden bien un guion que, si bien se antoja demasiado obvio y hasta anticuado desde la perspectiva occidental (por avivar la idea de la reasignación de género como meta de toda persona trans, para empezar), es valeroso e incisivo considerando el contexto. Que toda la película se ruede en blanco y negro salvo el rojo vestido que marca un antes y un después en la narración también se antoja tan evidente como efectivo. Y lo mismo puede decirse de la conmovedora partitura de Zai Lao. Gran parte de la verdad que acoge la cinta se debe a que hasta ocho nombres firmen el guion, incluyendo el escritor trans estadounidense Marlo Vernier. Varias son, de hecho, las escenas para el recuerdo, desde el maltrato directo e indirecto que sufren las protagonistas en una tienda de ropa hasta las palabras de bienvenida que suelta un cura justo después de despreciar una identidad que ni se ha molestado en entender. La hipocresía social es terrible, sí, pero no hay villanos entre los personajes: hasta los que aparentan ser más desalmados son en el fondo víctimas a su vez de un sistema inculto y cruel por naturaleza. Por suerte, el acompasado desarrollo de la relación paternofilial de The Rib no alberga otra cosa que esperanza. 77/100.

China, 2018. Título original: Leigu. Presentación: Festival de Busan 2018. Dirección: Zhang Wei. Guion: Chen Ruirui, Meng Hao, Zhang He, Marlo Bernier, Amory Hui, Qin Ye, Li Dan, Wu Xuejun. Productora: ShenZhen HuaHao Film & Media Co. Fotografía: Lutz Reitemeier. Montaje: Sebastien de Sainte Croix, Renaud Moran, Karl Riedl. Música: Zai Lao. Reparto: Huang Jingyi, Yuan Weijie, Gao Deng, Meng Hao, Zhang Junxi, Guo Guoshang, Wang Yajun, Zhang You, Sheng Ze, Fang Ziyi, Chen Yanxin, Li Ye, Ding Zidi, Xiong Ke. Duración: 85 minutos.

03| THE STORY OF A SUMMER LOVER

Povestea unui pierde-vara, Paul Negoescu, Rumanía, Bulgaria ǀ SECCIÓN OFICIAL.

Tres hombres se reúnen una y otra vez para hablar de la vida en general y de la suya en particular. Petru, el protagonista, es un profesor de matemáticas decidido a cortar con su novia, con quien no logra alcanzar ni el orgasmo ni la felicidad, que cambia de idea al descubrir que ella no sólo está embarazada sino que también pretende cortar, decidiendo entonces reconquistarla pese a que otra mujer más joven haya entrado ya en su vida. Psicología inversa pura y dura, de esa que define tan bien la fidelidad del amor. Sobre eso y sobre muchas otras cosas debate Petru con sus dos mejores amigos, un escritor tan interesado en la situación que ha decidido convertirla en el tema de su siguiente novela y un actor que, como tantos antes que él, debe afrontar una frustración laboral tras otra con la fama en un horizonte aún imperceptible. Alexandru Papadopol, Radu Romaniuc y Rolando Matsangos encarnan a sus personajes hasta prácticamente convertirse en ellos (quizá, en parte, siéndolos), aportando sumo realismo a las escenas que los tres comparten, rodadas estas en atractivas localizaciones de una Budapest harto parisina y bien envuelta por melodías de jazz. Esto último, por supuesto, recuerda al emblemático Woody Allen, cuyo carácter neurótico y humor sagaz parecen haber tenido una gran influencia en un Paul Negoescu que, tras dos comedias de éxito (A Month in Thailand, 2012; Two Lottery Tickets, 2016), ha sofisticado su estilo para acercarlo más al del maestro neoyorkino, tornando The Story of a Summer Lover en una deliciosa e hilarante mirada a la crisis existencial del hombre contemporáneo (la de tres de ellos, en concreto; mas, de alguna forma, la de todos). Aunque el género masculino se presenta con honestidad, empatía y perspicacia, no se cae en el clásico error de descuidar los personajes femeninos, los cuales dan a Nicoleta Lefter y Crina Semciuc bastante margen para ofrecer interpretaciones matizadas aun cuando el punto de vista recaiga del lado contrario. Desde el propio título hasta la cálida fotografía en 35 mm de Ana Draghici, mujer del realizador, The Story of a Summer Lover está además impregnada de una nostalgia que impulsa el romanticismo e invita a reflexionar con calma sobre cuánto se está contemplando (y, sobre todo, escuchando). 77/100.

Rumanía, Bulgaria, 2018. Título original: Povestea unui pierde-vara. Presentación: Festival de Tallin 2018. Dirección: Paul Negoescu. Guion: Paul Negoescu. Productora: N-Graphix, Papillon Film, Screening Emotions. Fotografía: Ana Draghici. Montaje: Dragos Apetri. Música: Hristo Namliev. Reparto: Adrian Anghel, Iulia Ciochina, Marius Drogeanu, Angela Ioan, Nicoleta Lefter, Olimpia Malai, Rolando Matsangos, Alexandru Papadopol, Radu Romaniuc, Crina Semciuc. Duración: 100 minutos.

02| NIÑA ERRANTE

Rubén Mendoza, Colombia, Francia ǀ SECCIÓN OFICIAL.

Angela, de doce años se reúne con sus tres treintañeras hermanastras por primera vez tras el fallecimiento del padre, de forma que un final —una muerte— trae un nuevo comienzo. Las cuatro comparten sangre, claro, pero no los recuerdos que ello suele conllevar, lo que desemboca en un encuentro agridulce ante el que ninguna sabe cómo reaccionar. Además, la brecha temporal que separa a Ángela de las otras tres marca vidas muy diferentes, situando a la pequeña en una situación de desventaja emocional. Para complicar todo aún más, el padre era una figura envuelta en oscuridad cuyo final no es del todo una mala noticia pero sí fuerza a encontrar un nuevo lugar para la niña, a la que se decidirá dejar con su tía para rehuir los servicios sociales. Sofía Paz Jara, Carolina Ramírez, Lina Marcela Sánchez y María Camila Mejía brillan juntas y por separado, colmando de naturalidad todas y cada una de sus escenas pese al halo melodramático que las rodea. Juegan con ventaja, claro: Rubén Mendoza, guionista y director, es todo un ejemplo de la honestidad cinematográfica, como muestran obras como La sociedad del semáforo (2010) o Señorita María: La falda de la montaña (2017), a menudo entre la ficción y el documental. De sus variadas producciones, quizá Niña errante sea la que menos corte documentalista tiene, pero sí mantiene esa esencia naturalista que da tanta fuerza a sus sentimientos e interpretaciones. Estamos, también, ante la puesta en escena más cuidada de la carrera del cineasta colombiano, siendo múltiples las ocasiones que la hipnótica fotografía que Sofía Oggioni firma junto al propio Mendoza nos regala imágenes para el recuerdo. Entre ellas, destaca ese juego entre feminidad y rigidez, entre paz y violencia, entre humanidad y artificio, entre vida y muerte, que configura su escena más icónica: una chica estirándose ante una pala excavadora, casi un espejo. Hay también ahí, como lo hay en los sugerentes planos de la naturaleza, un misterio cautivador que, sin dar siempre respuestas, atrapa y fascina. Al final, Niña errante es un delicado retrato del cambio: el de una niña forzada a madurar demasiado rápido y el de un país que ya se ha tomado demasiado tiempo para hacerlo. 77/100.

Colombia, Francia, 2018. Título original: Niña errante. Presentación: Festival de Tallin 2018. Dirección: Rubén Mendoza. Guion: Rubén Mendoza. Productora: Día Fragma Fábrica de Películas SAS. Fotografía: Sofía Oggioni, Rubén Mendoza. Montaje: Andrea Chignoli, Rubén Mendoza. Música: Las Ánez. Reparto: Sofía Paz Jara, Carolina Ramírez, Lina Marcela Sánchez, María Camila Mejía. Duración: 82 minutos.

01| A LA VUELTA DE LA ESQUINA

In den Gängen, Thomas Stuber, Alemania ǀ PANORAMA.

Con Herbert (2015), Thomas Stuber nos presentó a un excampeón de boxeo cuya vida daba un vuelco al serle diagnosticada una enfermedad terminal. Tres años más tarde, el realizador germano exhibe en A la vuelta de la esquina al nuevo empleado de un inmenso supermercado, un personaje muy diferente que, sin embargo, guarda con aquel múltiples similitudes que van desde una amenazadora coraza de tatuajes bajo la que se esconde un corazón de oro hasta una existencia solitaria a la que poner remedio antes de que sea tarde. En el caso de Herbert, el dolor físico marcaba una carrera contrarreloj que lo forzaba a recuperar la relación con su hija cuanto antes; en el de Christian, protagonista de la cinta que nos ocupa, será la desolación de un ambiente que sume poco a poco a quienes lo pueblan en la desesperación lo que lo animará a luchar por el amor de una compañera de trabajo necesitada a su vez de un cariño que, aun estando casada, nunca ha probado. Hay, por tanto, bastante más esperanza en esta segunda obra —la tercera del cineasta si contamos los 65 minutos de Angustia adolescente (2008); la cuarta, si consideramos también el telefilm Más allá de la amistad (2016)—, que parte del que quizá sea el tema del cine contemporáneo por excelencia (la soledad que, en mayor o menor medida, nos invade a todos) para ofrecer una mezcla de comedia negra, drama social y realismo mágico en el corazón de unos grandes almacenes que, con sus gigantescas estanterías y espaciosos pasillos, enfatiza aún más la sensación de aislamiento vital de sus personajes. La pareja principal, que protagoniza los momentos más bellos de la obra —inolvidable beso esquimal incluido—, no podría tener mejores rostros: Franz Rogowski, quizá el actor alemán del momento al haber protagonizado también este año la popular En tránsito, de Christian Petzold, poco después de saltar a la fama con Victoria (Sebastian Schipper, 2015) y Happy End (Michael Haneke, 2017), y Sandra Hüller, la carismática estrella de la que quizá sea la mejor película germana de la última década: Toni Erdmann (Maren Ade, 2016). El trabajo de ambos es impecable precisamente por la sencillez que transmite, como lo es también el de Peter Kurth (nada más y nada menos que el mentado Herbert) como el compañero encargado de instruir al protagonista en los trucos para salir adelante en una profesión que, por su carácter rutinario y facilón, insta a dejarse llevar por el camino de la incompetencia y la desmotivación. Colmada de compasión por sus personajes, pero también de formas imaginativas de extraer poesía de lo mundano, la sensible puesta en escena de Stuber saca máximo partido de una de esas historias tan tiernas como honestas que tanto necesita ahora el cine europeo. 80/100.

Alemania, 2018. Título original: In den Gängen. Presentación: Festival de Berlín 2018. Dirección: Thomas Stuber. Guion: Clemens Meyer, Thomas Stuber, Malgorzata Szumowska. Productora: Sommerhaus Filmproduktionen. Fotografía: Peter Matjasko. Montaje: Kaya Inan. Reparto: Sandra Hüller, Franz Rogowski, Peter Kurth, Ramona Kunze-Libnow. Duración: 125 minutos.


Juan Roures
© Revista EAM / Tallin




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