Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Aquaman
Después del fiasco de Liga de la Justicia, la presunta gran película del universo DC/Warner que ha precipitado la caída de sus dos grandes iconos, el estudio ha decidido apostar, con escasa convicción, por los botes salvavidas que han quedado a flote tras hundirse el barco que los portaba. Cada franquicia que queda aún en pie (Wonder Woman, Suicide Squad y Aquaman) ha quedado totalmente a la deriva sin un plan mayor al que adscribirse y con la responsabilidad añadida de tratar de sobrevivir por sí misma, sin garantía alguna de continuidad.
Aquaman llega, además, sin un título previo a la gran reunión que le sirviese como brújula básica, por lo que esta película es la primera que funda un personaje huérfano de un universo mayor y, como tal, afronta esta primera aventura en solitario a la desesperada. Es por eso que la impresión más palpable de la película es que quiere jugar a todo sin decantarse por nada. Es la paella de un cocinero novato al que han dejado las llaves de la despensa sin instrucción ni receta alguna. Una paella horror vacui de las que mezclan marisco, pollo, chorizo y chuletas.
A grandes rasgos, Aquaman es la historia de un bastardo destinado a ser el rey de una civilización, los atlantes, a punto de declarar la guerra a los humanos. Hasta aquí nada nuevo, pero al menos una mínima estructura. El problema es que, a partir de esa gran trama, la película quiere ser peli de aventuras, peli de acción, peli romántica, peli de terror y comedia (la paella loca). Quiere abarcarlo absolutamente todo y para ello tira de referencias tan inconexas como puedan ser Indiana Jones, Juego de Tronos, Sólo tú, Pitch Black, Valerian o Pacific Rim.
Cada etapa del trayecto que debe recorrer el personaje de Jason Momoa para encontrar el tridente de Atlantis (el arma que le puede coronar) se configura como una nueva experiencia, no sólo en el tipo de desafío, sino también en forma y tono. Puede haber una intencionalidad por crear una especie de pruebas divinas que reten distintas capacidades del héroe, pero éste siempre se comporta como ese tipo al que nunca se le acaba la pila un sábado noche y el desarrollo es previsible hasta el aburrimiento en algunos momentos, por lo que el reto se diluye y la sensación de riesgo también. Únicamente pervive una fuerte desconexión entre escenas que pueden encadenar una pelea épica en un coliseo subacuático con un paseo por el desierto a ritmo de África de Toto sampleada por Pitbull.
A todo eso añadimos a un James Wan que abraza la locura que tiene entre manos y se lo toma como un cumpleaños de primaria en el que mezclar cocacola y gusanitos te parece el experimento más interesante del mundo. A ratos da con la tecla: las peleas físicas funcionan muy bien y reciclan algunas de las ideas visuales que puso en marcha en su paso por Fast & Furious junto con una cámara que apuesta por el plano secuencia en el sentido más videojueguil posible. En otros momentos está totalmente fuera de su terreno y, quiero pensar que plenamente consciente, apuesta por la autoparodia. Es lo que sucede en los momentos emotivos de la película donde fuerza lo ñoño ante la imposibilidad de esquivarlo (la fuente con animalicos de agua, el momento flautista, THE EPIC KISS, o los reencuentros que la peli reserva en su tercio final). Y entre esos dos polos se ubican el resto de elementos dispares, dispersados en un guión de traca y representados con todo el exceso de CGI que pueda asumir una producción de este calibre (que no falten dinosaurios o un pulpo tocando los timbales).
La cosa podría tener un pase con una duración más ajustada, pero es que ni siquiera concede eso. Es una película que abraza el exceso también en ese aspecto con la innecesaria y retorcida subtrama de Black Manta (que al menos tiene las mejores escenas de acción) e incluso con la memez de presentar a sus dos protagonistas entre sí, que ya tenían una escena en común en Liga de la Justicia, que sucede cronológicamente antes.
Si no fuese por la millonada que hay detrás, daría la sensación de que Warner y DC han decidido apostarse la casa en un casino mientras se hinchan a copas y que sea lo que Dios quiera.
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