Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: The Equalizer 2

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En un Hollywood en el que cuesta encontrar películas ya no buenas, sino, al menos, con algo de personalidad para el actual plantel de primeras estrellas de cine de acción (Dwayne Johnson, Jason Statham, Vin Diesel…), sorprende que sean actores con mucha solera y en avanzada madurez los que consigan esta clase de vehículos de entretenimiento. Lo que no logran los primeros en sendas superproducciones, lo consiguen los segundos con películas conceptualmente más modestas y clásicas. Es el caso de Tom Cruise con Jack Reacher, Liam Neeson con Venganza y su amplio surtido de colaboraciones con Jaume Collet-Serra, Keanu Reeves con John Wick o, en este caso, Denzel Washington con The Equalizer. No es que sean películas pequeñas en presupuesto, tampoco un ejemplo de originalidad, pero se alejan radicalmente del derroche presupuestario y de esa obsesión por lo digital y las set-pieces ostentosas, a la vez que centran todos sus esfuerzos en crear personajes carismáticos e imperfectos que son, casi siempre, héroes a su pesar, con un aura de mártir al estilo del western clásico.

Conviene señalar en todo esto algo, quizás, preocupante, al menos para los implicados, y es que las actuales primeras espadas del cine de acción ya rondan los 50 años, edad a la que gente como Cruise, Washinton o Neeson no sólo eran solventes como estrellas, sino que tenían una carrera actoral que ya quisieran Johnson, Diesel y compañía.

Pero vayamos al grano.The Equalizer 2 es uno de esos títulos sencillos, poco ostentosos y en los que su mejor efecto especial es su protagonista. Denzel Washington, en la primera secuela que protagoniza en toda su carrera, repite de nuevo a las órdenes de Antonine Fuqua para dar vida por segunda vez a Robert McCall. Un personaje que profundiza en lo ya mostrado en la primera parte: tipo de vida austera que utiliza sus extraordinarias habilidades en combate para mejorar la vida de sus conciudadanos. ¿Que a un padre maltratados secuestra a su hija para putear a la madre? Tu vecino Denzel te lo arregla. ¿Qué hay un chico con problemas? Ahí están Denzel para ejercer de mentor. ¿Tu gato se ha quedado atrapado en un árbol? Tranquilo, Denzel dará una oportunidad al árbol para que recapacite y, si no, pondrá en marcha el palizómetro de su reloj de pulsera.

En esta segunda entrega es cierto que los dos primeros actos se diluyen mucho y se centran más en retratar la labor de buen samaritano de McCall en su ciudad que en desarrollar la que será la trama principal, más emotiva que compleja en tanto que concierne estrechamente a los pocos lazos que el protagonista mantiene con su antigua vida, antes de convertirse en un “fantasma”. Es algo que para algunos puede resultar contraproducente porque hasta mitad de película no hay un detonante que ponga en marcha a nuestro protagonista hacia un objetivo que no sea hacer del mundo un lugar mejor (aunque sea rompiendo personas). Sin embargo puede reconocerse un tempo muy propio del spaghetti western, de dejar que las cosas vayan despacio, que te encariñes del protagonista y de los secundarios para que, cuando toca meter el acelerador, todo importe de verdad y desees que las cosas salgan bien tanto como lo hace el propio McCall.

Denzel Washington

El tándem formado por Antoine Fuqua (director) y Richard Wenk (guionista) funciona en ese sentido como un reloj. Se nota que ambos tienen claro el por qué la película se toma su tiempo en arrancar, sin que ello aburra en ningún instante porque no hay acción que no sea vital para el protagonista. Desde las charlas con un viejo pasajero a cenar una sopa con una vieja amiga, todo forma parte del universo en el que McCall ha decidido aportar su granito de arena para expiar sus viejos pecados.

Y cuando la trama principal arranca, la película va creciendo de forma exponencial. Sin abandonar sus pequeñas mini-historias, McCall tiene que tomar parte en un asunto muy personal que culmina en uno de los mejores clímax que recuerdo en el cine de acción reciente. Puro western en un pueblo vació que enfrenta al protagonista y sus enemigos añadiendo un invitado especial: una tormenta costera que engrandece el final tanto en lo estético (luce tremendamente real) como en su función narrativa, haciendo que elementos como el viento, el ruido o la dificultad para ver se incorporen a las escenas de acción como un traje a medida.

Fuqua y Wenk engrandecen así a un protagonista movido, más que por la venganza (que también), por un sentido de comunidad por encima de la norma. Alguien que cree que las personas son mejores si se ayudan entre sí, algo que la película recalca constantemente y “suaviza” oportunamente con una buena ración de cuchilladas cuando parece que el azúcar puede ser excesivo. Coñas aparte, resulta reconfortante ver pelis de acción que deciden, además de entretenerte tirando de tus bajos instintos, venderte una idea de compromiso con los demás que dista mucho de la que la mayoría tenemos en nuestro día a día.

P.D.: Aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid, para dejaros esta charla de Para todos La 2, entre Jorge de los Santos y Ángel Gabilondo, sobre la idea de comunidad.



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