Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Placer culpable: ‘Queridísima mamá’

“No creo que sea una película exagerada. No creo que sea tan mala, es buena. Creo que es tan buena que es perfecta”. De esta manera define John Waters a Queridísima mamá de Frank Perry y cuando se cuenta con el rey del cine basura en los audiocomentarios de una película quiere decir que esta es una obra de culto bizarro. En el final de The Disaster Artist de James Franco se nos dice que tras la desastrosa primera proyección de The Room Tommy Wiseau quiso que la película estuviera en cartel el tiempo necesario para que pudiera ser calificable para los Oscars (el reglamento de la Academia exige que se proyecte durante al menos una semana en un cine de Los Ángeles de manera comercial). Tommy Wiseau no era nadie, su campaña fue una de tantas que cayeron en saco roto y tuvo que pasar bastante tiempo para que la cinta se convirtiera en un fenómeno cultural gracias a internet pero Queridísima mamá sí que tuvo una estrategia real para llegar a los Oscars de hecho se concibió con ese objetivo y fue un absoluto desastre del que sus principales responsables no pudieron recuperarse.

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Se trataba de la adaptación cinematográfica del libro Queridísima mamá las memorias de Christina Crawford, hija de la mítica actriz Joan Crawford que había arrasado en ventas y no era para menos ya que se trataba de la primera vez que de una manera tan descarnada se hablaba del lado oscuro de lo que suponía ser el hijo de una estrella de Hollywood, posteriormente la hija de Bette Davis también se desahogó de la misma manera aunque su trascendencia fue muchísimo menor. El libro se publicó en 1978, un año después de la muerte de la Crawford que desheredó a sus dos hijos mayores (Christina y Christopher) por “los motivos que ellos sabían” aunque ambos impugnaron y se les dio la razón.

De no existir Joan Crawford tendrían que inventarla, esa es la mejor frase que se me ocurre para hablar de alguien como ella. Está considerada una de las mayores estrellas cinematográficas de todos los tiempos y fue una mujer hecha a sí misma. De nombre real Lucille Le Sueur, huyó de la miseria de su Texas natal y se convirtió en bailarina, pasó por clubes de mala muerte y por varias compañías de revista hasta que recaló en Broadway y se las arregló para entrar en contacto con la MGM y conseguir que la contratasen. Comenzó su carrera en el cine mudo, fue rebautizada como Joan Crawford y gracias al autobombo (adelantándose casi un siglo a las luminarias más activas en las redes sociales) se hizo un hueco en el Estudio. Logró hacer la transición al cine sonoro porque su voz expresiva encajaba a la perfección con su imagen sofisticada y se convirtió en una de las mayores estrellas de Hollywood tras el crack del 29 ya que a diferencia de muchos de sus compañeros ella se negó a renunciar al lujo porque consideraba que de esa manera los espectadores iban a asociarla con una vida de ensueño. No se equivocó en absoluto. Gran hotel, Vivamos hoy, Mujeres o Así ama la mujer certificaron su estatus de diosa de la gran pantalla. Las mujeres querían ser como ella mientras que los hombres soñaban con liarse con ella. No se rindió tras ser declarada veneno para la taquilla a raíz de los fracasos de una serie de títulos y que supuso su salida de la MGM. Supo renacer de sus cenizas dos veces, la primera con Alma en suplicio de Michael Curtiz que le supuso el Oscar a la mejor actriz en 1946 (su foto recogiendo la estatuilla es Historia) y la segunda con ¿Qué fue de Baby Jane? de Robert Aldrich. Os recomiendo que veáis la serie Feud: Bette and Joan que podéis encontrar en HBO.

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Hay una máxima en Hollywood y es que una actriz no tendrá problemas para encontrar trabajo mientras sea joven, bonita, dé dinero y no se crea más lista que los que mandan. Joan Crawford era una mujer que llegó a convertirse en incómoda para la industria, por eso cuando dejó de ser eficaz en la taquilla y se hizo mayor los Estudios se la quitaron de encima. Era indomable y conflictiva, se ganó más de un enemigo (especialmente mujeres con quienes tenía que competir: Bette Davis y Norma Shearer entre ellas) y desde el principio supo muy bien cómo utilizar a la prensa. Es imposible enumerar sus anécdotas para ser el centro de atención pero puedo citar que cuando no fue nominada al Oscar por ¿Qué fue de Baby Jane? y su compañera de reparto Bette Davis sí lo fue se ofreció a recoger el premio de la ganadora Anne Bancroft por El milagro de Ana Sullivan, o que cuando su hija Christina trabajó en una telenovela titulada The Secret Storm tuvo que ser operada de urgencia y Joan la sustituyó, era realmente ridículo que una mujer de casi 65 años interpretara a una veinteañera pero la audiencia fue espectacular durante los cuatro episodios en los que intervino. Detrás de la estrella de cine se escondía alguien con una autoestima muy débil ya que era incapaz de valorarse por sí misma y dependía de los aplausos ajenos, y probablemente no llegó a perdonarse por algunas de las cosas que hizo para llegar a lo más alto.

Se casó en cuatro ocasiones (o en cinco porque se le atribuye un matrimonio con el saxofonista James Welton cuando era una corista de Broadway). Su ambición le llevó a contraer nupcias con Douglas Fairbanks Jr. que representaba a la realeza de Hollywood y con Alfred Steele que era el director general de Pepsi Cola y de quien enviudó en 1959. Después de un largo número de abortos decidió adoptar siendo una mujer soltera, algo que no estaba contemplado por la legislación de California. Prohijó a cinco niños y el segundo de ellos fue reclamado por su madre biológica al cabo de unos meses. Los dos primeros de ellos, Christina y Christopher mantuvieron una pésima relación con ella, mientras que las gemelas Catherine y Cynthia siempre se encargaron de defender su ejemplaridad como madre desmintiendo completamente el relato de Christina que la presentaba como una tirana que incluso estuvo a punto de estrangularla.

En sus memorias publicadas en el año 1971, Joan Crawford dijo que de las actrices que estaban triunfando en esa época la única que tenía el talento, la clase y la actitud para ser una estrella de verdad era Faye Dunaway. No se equivocaba con su valoración. A raíz del éxito de Bonnie and Clyde en 1967 la Dunaway se convirtió en una de las reinas de Hollywood cuando este era un manicomio dominado por los locos. El caso de Thomas Crown o Chinatown forjaron su estrellato y tenía una imagen muy sofisticada gracias a sus facciones angulosas. Además tenía un marcado carácter que se hizo notar en las producciones que participó llegando incluso a tener conflictos con muchos directores, como por ejemplo Roman Polanski, de hecho fue tildada de incompetente por Bette Davis con quien coincidió en La desaparición de Aimée una película para la televisión. Ganó el Oscar por Network de Sidney Lumet en 1978 en donde interpretaba a una profesional de la televisión sin escrúpulos un personaje que puede estar tan conectado con el panorama actual que produce escalofríos. A partir de aquí comenzó su declive y en 1980 buscaba la manera de relanzar su carrera.

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Encontró su “Hollywood me debe el segundo” con el biopic de Joan Crawford, un proyecto puesto en marcha por la Paramount (compañía con la que la diva no llegó a trabajar) y que había rechazado Anne Bancroft porque su guión escrito en un primer momento por Tracy Hotchner le parecía una absoluta bazofia y lo cierto es que la intervención de Robert Getchell (que fue nominado al Oscar por Alicia ya no vive aquí) y las aportaciones del director Frank Perry y del productor del film Frank Yablans no ayudaron demasiado a mejorar el material original del que partía que era un melodrama barato con aspiraciones dickensianas y con una elevada dosis de terror psicológico. El rodaje del film tal y como han relatado técnicos y actores fue literalmente un infierno por culpa de Faye Dunaway que parecía poseída por la Joan Crawford más furibunda, de hecho la intérprete comentó en sus memorias que cuando llegaba a su casa tras un intenso día de rodaje sentía la presencia de la protagonista de Johnny Guitar.

Queridísima mamá se estrenó el 18 de septiembre de 1981 con todas las pretensiones de estar en los Oscars. Un biopic como el de una de las mayores divas de todos los tiempos, que ahondaba en su faceta más turbia y protagonizado por alguien del calibre de Faye Dunaway era una golosina demasiado apetitosa que ni siquiera los amantes de la comida sana eran capaces de dejar escapar. Pero las críticas fueron en su mayoría espantosas destacando que era un melodrama poco convincente con una Faye Dunaway que daba miedo de lo pasada de rosca que estaba. De la cinta Roger Ebert llegó a decir que no entendía que alguien en su sano juicio quisiera verla. El público no le dio la razón al emperador de la crítica y muchísimo antes de que se inventaran las redes sociales las sesiones de Queridísima mamá se convirtieron en una fiesta del humor.

Un mes después de su estreno y de que la película se hubiera convertido en el hazme reír de la industria la Paramount lejos de agachar la cabeza decidió sacarle partido a su desastre artístico y promover a Queridísima mamá como una comedia y no de la manera que lo había hecho hasta ese momento como la gran tragedia de una mujer que había sido devorada por el mito. De esa manera el film fue un éxito de taquilla que en los Estados Unidos cuadruplicó su presupuesto de 5 millones de dólares. La cinta arrasó en los recién nacidos premios Razzies llevándose los galardones de peor película, actriz, actor de reparto (Steve Forrest), actriz de reparto (Diana Scarwid) y peor guión.

Queridísima mamá acabó con la carrera de todos sus implicados especialmente con la de Faye Dunaway que esperaba que este film le devolviera su estatus y a cambio recibió una sentencia condenatoria, algo muy triste para alguien de su talento y que era capaz de tutear a las grandes estrellas de la meca del cine. Ella tenía pretensiones de ganar su segundo Oscar con su interpretación de Joan Crawford y lo cierto es que llegó a ser finalista en los premios de la crítica de Nueva York, y tengo que confesar que la primera vez que vi Queridísima mamá en TV siendo una cría me quedé tan flipada con su actuación que pensé que si no había ganado el Oscar se había quedado muy cerca de la candidatura.

Con el paso de los años sobre todo con la explosión de internet Queridísima mamá es un hito del cine basura, una gran comedia involuntaria que es una obra maestra en sí misma y que es todo un ejemplo de reinvención cuando las cosas no salen como uno espera. Por ese motivo es para mí un clásico placer culpable.



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