Damaris Del Carmen Hurtado Pérez: Fan Bingbing, la reina china del nuevo El Dorado del Cine: Le Portrait Interdit, Last Laugh y Human Flow
La alucinante revolución que toda la industria del cine en China, tanto a nivel de producción como de distribución, ha desplegado en los últimos años parece demasiado lejana para una mirada occidental. Sin embargo, el fenómeno sobrepasa sus fronteras. Este país ya cuenta con más pantallas de cine que EE.UU., 45.000 y creciendo cada día (frente a las 5.600 en Francia o las 3.500 en España en 2017). O genera récords de taquilla, como el estreno este verano de Wolf Warrior 2, con 800 millones de euros en quince días (sólo superado por Stars Wars de J.J. Abrams).Tras unos años de euforia, las cifras de entradas han comenzado a estancarse y la reacción inmediata ha sido la de apostar por la calidad (talento no falta a la sexta generación de cineastas de ese fantástico triángulo que constituye el cine en mandarín de China y Taiwán, y en cantonés en Hong Kong), la diversificación de temáticas y el salto al mercado internacional (vía coproducción). No será nada extraño ver en los próximos años incrementar su presencia en los festivales internacionales.Todo reino merece una cabeza visible, y nadie mejor que Fan Bingbing, como su indiscutible reina. Tras veinte años delante de la cámara, la actriz de 36 años es un fenómeno que moviliza al país. Con un piececito en el mercado americano (un pequeño papel en X-Men: Days of future past, y también en la próxima, The King´s Daughter, de Sean McNamara, junto a Pierce Brosnan y William Hurt), su inglés poco fluido y su escaso tiempo para estudiarlo, parece empujarla más hacia Europa, territorio acostumbrado a las versiones originales con subtítulos.Su arrolladora entrada en Europa, gracias a la inteligente ayuda del Festival de San Sebastián, se produjo en 2016 con I am not Madame Bovary y su merecidísima Concha a la Mejor Actriz (arrebatándoselo a la sublime Florence Pugh, por su hipnótica Lady Macbeth). Cannes no perdió el tiempo y un año después la invitaba como jurado en su festival.Le portrait interdit (El retrato prohibido) es un nuevo paso hacia el viejo continente. Con un papel que le viene como anillo al dedo, Fan Bingbing seduce con una interpretación impresionante. El cineasta y productor francés Charles de Meaux comentó a unos amigos chinos su fascinación por un pequeño retrato de Jean-Denis Attiret, un jesuita pintor del siglo XVIII, que se encuentra en el museo francés de Dole (Franche-Comté). Seis meses después estos amigos (por favor, queremos conocerlos) le financiaban una película sobre este enigmático cuadro de "La Joconda Asiática".En realidad, ese óleo corresponde a la Emperatriz Ulanara, antigua concubina y segunda esposa consorte del emperador Quianlong. Curiosa historia la de esta mujer que, de la noche a la mañana, pierde el favor de su marido, al que le había dado dos hijos en 1752 y 1753. Sin embargo, la noche del 28 de febrero de 1765, pese a que el emperador expresó su voluntad de cenar con ella, la emperatriz no apareció y nunca volvió a presentarse en público.Las teorías más diversas centran este inexplicable repudio. Lo que parece comprobado es que el alejamiento de su esposo provocase una profunda y melancólica tristeza que el cineasta francés ha sabido transmitir a la perfección.De un rodaje repleto de anécdotas, Melvil Poupaud intentando hablar mandarín tras seis meses de estudio (de hecho ha publicado un excelente libro sobre esta experiencia), el apartamento de la protagonista exactamente reconstituido en los de Beijing, exteriores en la Ciudad Prohibida creados por Bertolucci, encontrar el tono exacto de rojo entre las 256 variedades de tonalidad de este color que existen en China, infinidad de objetos reales de la época prestados para la película de un valor incalculable... por encima de todo brilla Fan Bingbing, literalmente imperial e hipnótica.De la armonía, el lujo y la exquisitez de la época imperial a la dura realidad actual del campo en China, el cine se arriesga con todo. La abuela del brillante cineasta chino Zhang Tao se suicidó con 96 años, al día siguiente de descubrir que sus hijos habían decidido llevarla a una residencia de ancianos. Last laugh es el eco perfecto de este terrible experiencia.En China existe una expresión, "los viejos sin nido", que se refiere a los 900 millones de ancianos que viven solos, la mayoría en un medio rural. Y si se añade que, uno de cada tres ancianos en muchos pueblecitos se acaban suicidando, o que una residencia cuesta 8000 yuans al mes (unos 1.000 euros) y la pensión mensual de jubilación varía entre 300 y 2000 yuans (entre 35 y 250 euros), la situación es extremadamente alarmante.
Ópera prima de Zhang Tao, con actores no profesionales que parece que llevan toda su vida rodando películas, Last Laugh cuenta la historia de una anciana que, en espera de encontrar un lugar en una residencia, se ve obligada a vivir en casa de sus hijos. Excelente radiografía del medio rural chino, presentada con éxito en Cannes, el título de la película hace referencia a la risa nerviosa que, de repente, sufre la abuela y que se convierte en una sutil e irónica metáfora de esta terrible situación. El célebre Wong Kar-Wai, al que le encantó Last Laugh, la ve como la respuesta actual al clásico de 1953, Cuentos de Tokio, de Yasujiro Ozu (comparación inmejorable para el debutante Zhang Tao).Y como en la vaivenes habituales del mejor cine de autor actual, de las ficciones, Le protrait Interdit o Last Laugh con actores no profesionales, pasamos al más puro documental con Human Flow. Producción alemana, evidentemente por razones obvias, aunque su realizador sea es el artista chino más internacionalmente conocido, Ai Weiwei.Human Flow es el mejor documental realizado hasta la fecha, sobre los 65 millones de refugiados que existen hoy en el mundo. Una historia que desde lo personal el artista, siendo niño, tuvo que exiliarse con su padre anticomunista y, al convertirse en adulto, refugiarse en Europa- alcanza lo universal. Miles de horas de rodaje, 23 países, testimonios impresionantes y unas imágenes espectaculares, en resumen, el documental que se llevará todos los premios de los festivales de Derechos Humanos y que nadie debería perderse.
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